lunes, 28 de marzo de 2022

El camino de la electricidad

 


 

Cuando, con un gesto sencillo de la mano, encendemos una luz, generalmente no nos damos cuenta de que nos hemos puesto en contacto con una Central Eléctrica, situada probablemente muy lejos, y de que esta Central nos suministra electricidad instantáneamente.


 

Puede tratarse de una Central Hidráulica, Térmica,  Nuclear, puede ser una Central Solar o Eólica o de otro tipo, en la medida que la tecnología vaya resolviendo distintos problemas que hoy impiden el pleno aprovechamiento de otras nuevas fuentes energéticas. En las Centrales, la electricidad se produce a una tensión que varía de unas a otras, pero que normalmente se sitúa entre los 10.000 y los 20.000 voltios.


Ya se ha producido la electricidad. Ahora, es preciso transportarla desde la Central hasta ciudades o industrias que, con frecuencia, se encuentran a mucha distancia.

Existe un problema: la electricidad, al ser transportada a través de las líneas, sufre pérdidas. Estas pérdidas son menores si la tensión de transporte es elevada (lo que se conoce como alta tensión). Por eso se utilizan líneas a 220.000 ó 380.000 voltios. Así, la energía eléctrica puede recorrer grandes distancias con pocas pérdidas.

También se utilizan líneas a 110.000 ó 132.000 voltios.

Actualmente, estas líneas alcanzan en España una longitud de más de 45.000 km, o sea, que podría rodear la Tierra por el Ecuador, con miles de torres sustentando los cables conductores.

 

Por medio de estas grandes líneas, por las que circula la electricidad a tensiones superiores a 100.000 voltios, están interconectadas todas las regiones españolas, de forma que, en todo momento, pueden ayudarse las unas a las otras para atender en cualquier punto la demanda del mercado eléctrico.

Se consigue así también una explotación más económica del sistema eléctrico: por ejemplo, una región que tenga llenos sus embalses producirá energía eléctrica con sus Centrales Hidráulicas y la podrá enviar a cualquier región alejada que esté necesitada de ella, sin que ésta tenga que gastar fuel-oil —que es un combustible caro—en sus Centrales Térmicas.

Este sistema está conectado también con Portugal. Y con el resto de Europa, a través de Francia.

 

Esta red eléctrica es una verdadera malla que llega a todos los puntos en los que se necesita energía eléctrica. La idea básica de una red eléctrica es similar a la de una red de carreteras. De las líneas principales, van saliendo ramales o carreteras secundarias que llegan a los pueblos, a las fábricas, a las casas de labor. Cuando la ciudad o pueblo están próximos, es decir, cuando a la electricidad le queda ya poco camino por recorrer, se dirige a su destino por líneas de media tensión: 66.000 voltios, 22.000 voltios, etc.


Los «pasos» o transformaciones de unas tensiones a otras se realizan en instalaciones transformadoras.

Se habla de Estación transformadora cuando en ella se transforma una corriente de alta tensión en otra de alta tensión, por ejemplo, de 220.000 voltios a 132.000 voltios o de 132.000 voltios a 66.000 voltios.

Se llama Subestación transformadora cuando lo que se convierten son medias tensiones, es decir, de 66.000 voltios a 22.000 voltios.

 

Pero, por supuesto, incluso una tensión de 22.000 voltios es demasiado elevada. Si entrara en una casa o en una fábrica, quemaría todos los motores y todos los aparatos.

La última reducción de la tensión de la electricidad en su camino hacia el consumidor se consigue en los Centros de Transformación: de allí sale la energía, en su último y corto recorrido hacia el domicilio del consumidor, a 420 ó 230 voltios ( baja tensión). Es la «tensión de consumo», así llega a la casa, al taller, a la granja...


Las utilizaciones de la electricidad, después de realizar su largo y rapidísimo viaje, son innumerables: cocina, calefacción, frigorífico, congelador, televisor, ascensores, escaleras mecánicas, alumbrado público, alumbrado para quirófanos, incubadoras para recién nacidos, máquinas impresoras, tornos, fresadoras... ¡Y tantas otras cosas! Imagínate, si puedes, un mundo sin electricidad. ¡Sería tan distinto! Y seguramente más sucio, más pobre y más triste.


Nuestro mundo es un mundo eléctrico. Para conseguirlo y para mantenerlo, son necesarias grandes inversiones de dinero y grandes esfuerzos humanos. Para empezar, hay que tener unas instalaciones (centrales, líneas, etc.) sobredimensionadas, ¿Qué quiere decir esto? Pues que deben tener un tamaño tal, que puedan atender la máxima demanda eléctrica que se pueda alcanzar en el país: piensa en un día entre semana en el que haga mucho frío. Todo el mundo utilizará aparatos, máquinas, transportes eléctricos... y todo el mundo enchufará todos los aparatos de calefacción. El sistema eléctrico debe tener la dimensión suficiente como para aguantar esa carga, aunque luego haya épocas del año en la que la demanda sea mucho menor y algunas instalaciones tengan que estar paradas momentáneamente.


Para que funcione bien toda esta complicada malla de líneas y centrales, son necesarios los Despachos de Explotación. Allí, hombres bien entrenados vigilan la marcha del sistema, ven si la demanda de electricidad sube o baja, determinan si una central debe parar o ponerse en funcionamiento, si la energía debe ir por una línea u otra. Y todo ello, ayudándose de aparatos electrónicos muy útiles y complejos. Toda esta vigilancia se realiza también, a nivel nacional, mediante un despacho central único que se llama CECOEL (Centro de Control Eléctrico) y que determina qué Centrales deben trabajar en cada momento y cuáles no. Y qué regiones deben ayudar a otras enviándoles energía.


Claro, que no se conseguiría nada si, además, unos buenos equipos de hombres, dotados de material moderno, no se esforzaran constantemente en mantener todo eso en perfecto funcionamiento. Hacen lo que haga falta: reparar una línea derribada por un vendaval o por una ventisca de nieve, arreglar un transformador que se ha quemado... lo que sea. Llueva, nieve o sea de noche.




 

Y así, para que tú tengas luz al instante y en cualquier momento, todas estas instalaciones, todos estos equipos, todos estos hombres trabajan durante las 24 horas del día y los 365 días del año. La electricidad no duerme, ni tiene vacaciones.

 


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