Una vez que se ha
conseguido transformar el movimiento (energía mecánica) en electricidad
(energía eléctrica) a través del fenómeno de la inducción electro-magnética,
por medio de los convertidores de energía construidos por Pixii, Saxton, Clarke
y otros, empieza a plantearse la cuestión si estos mecanismos ingeniosos, para
experiencias y demostraciones en gabinetes de física, que no dejan de ser otra
cosa que modelos de laboratorio, no podrán emplearse como máquinas generadoras
de electricidad.
El "principio
de la conversión de la energía" está ahí. Esta se puede transformar.
Energía mecánica hay en cantidades ilimitadas (hidráulica, vapor), sólo hay que
buscar la máquina que la transforme en corriente eléctrica.
El reto está
planteado, sólo es cuestión de aceptarlo. Se construyen grandes armatostes para
alimentar tan sólo una lámpara de arco. El sistema no es práctico ni rentable.
El gas es todavía muy superior.
Un gran problema es
que el campo magnético hay que crearlo con imanes naturales o piezas metálicas
imantadas artificial-mente y éstas dan poca potencia, a la vez que se
desimantan con el uso y hay que volver a excitarlas (máquina Alliance).
La cuestión se
solucionó colocando imanes artificiales, electroimanes. Estos dan mucho más
campo magnético pero necesitan ser alimentados por una corriente eléctrica
proveniente de otra máquina que a su vez ha de ser de imanes naturales (máquina
de Wilde). Se ha dado un paso más pero no es suficiente.
Se descubre la
autoexcitación. Emplear parte de la energía para imantar los electroimanes.
Esto es un paso de gigantes pero, ¿de dónde se obtiene la primera corriente
para excitar el campo y que éste cree una corriente inducida que pueda a su vez
seguir excitando los imanes de la máquina? Es el mismo planteamiento del huevo
y la gallina.
Ratificando el
dicho "de que la necesidad hace el órgano", varios investigadores
llegan al mismo tiempo a la solución: los materiales magnéticos almacenan una
cantidad residual de magnetismo, suficiente para producir la corriente necesaria
para producir el inicio del proceso, este efecto con algunas modificaciones
constructivas abren las puertas a una nueva era industrial, la de la producción
abundante de electricidad, que en un principio iba destinada casi en su
totalidad al alumbrado, primero por lámparas de arco y después de
incandescencia.
Esta parte abarca, aproximadamente, desde 1849 a 1870.
NACE LA MAQUINA INDUSTRIAL
El profesor de
Física, francés, de la Escuela Militar de Bruselas. Florise Nollet, construyó
el año 1849 una máquina magnetoeléctrica constituida por 60 imanes de hierro,
en forma de herradura, distribuidos alrededor de un eje horizontal sobre el que
se montan 120 bobinas de cobre, aisladas con seda, solidarias con el eje. Por
medio de una máquina de vapor se imprimía un rápido movimiento de rotación al
árbol, que producía un desplazamiento angular de las bobinas frente a los
imanes permanentes. Había nacido la primera máquina industrial que transformaba
el movimiento en electricidad.
Este profesor y
físico tenía un antepasado de renombre, en la Historia de la Electricidad, el
abad Jean Antoine Nollet, divulgador de los fenómenos de la electroestática en
el siglo XVIII, a través de la Corte francesa. Desgraciadamente Florase Nollet
murió (1853) en plena actividad aunque por fortuna, para la industria
eléctrica, su alumno y colaborador Joseph Van Malderen pudo terminar su obra,
pues heredó sus planos e ideas.
Esta máquina
magneto-eléctrica con diversas modificaciones que la mejoraban (como la del
francés Masson) no era ni más ni menos que una inteligente asociación de 60
máquinas de Clarke, destinada a generar corriente eléctrica para diferentes
aplicaciones industriales.
Fig. 1. Máquina generadora de energía eléctrica, tipo Alliance, conservada en el Deutsches Museum de Munich.
La fabricación y
distribución de esta nueva máquina la realizó la compañía L'Alliance dirigida
por Auguste Berlioz (emparentado con el célebre compositor musical Hector
Berlioz). Es por este motivo por lo que la historia ha dado el nombre de
"máquina Alliance" a unos pesados generadores formados por imanes
permanentes, cuyos campos magnéticos eran cortados por los con-ductores de las
bobinas móviles, que giraban arrastrados por la acción de una máquina de vapor
(figura 1).
Esta máquina salió
al mercado para sustituir a los acumuladores químicos en las instalaciones de
galvanoplastia, de dorado y platea-do, con éxito durante bastantes años. Pero
desde el momento en que la iluminación eléctrica adquiere importancia su
aplicación a estos menesteres es inmediata. Así, en el año 1855, la luz
eléctrica sustituye por primera vez al aceite en los faros costeros,
concretamente en dos de la costa del Havre. La máquina Alliance fue la
encargada de suministrar la energía eléctrica necesa-ria a los focos.
La máquina
comercializada por la compañía L'Alliance, estaba formada por una estrella de
ocho grupos de imanes con los polos dirigidos hacia el interior. Una variante
la constituía la "máquina de Holmes" construida por el inglés
Frederick H. Holmes (que trabajó algún tiempo con Van Malderen), presentaba la
particularidad de tener los polos de los imanes dirigidos hacia afuera,
utilizándose también para alimentar los focos de los faros costeros. Este tipo
de máquina fue, con toda probabilidad, la primera máquina eléctrica comercialmente
viable, extendiéndose su uso bastante en la década de los 60.
La gran desventaja
era depender de imanes permanentes su campo magnético, por lo que se necesitaban
gran número de ellos, para que éste fuera aceptable, dando lugar a máquinas en
las que la relación peso/potencia era muy desfavorable.
Las máquinas
magneto-eléctricas no eran capaces de alimentar varios arcos para iluminación
ya que las corrientes generadas daban pequeñas potencias, por lo que había que
aumentar considerablemente el número de imanes, aumentando también mucho el
peso y el tamaño, lo que en la práctica las hacía inviables (figura 2). Por
otra parte, los imanes permanentes perdían con rapidez sus propiedades, lo que
hacía imposible su utilización continua.
En el año 1820, el
gran científico Arago había descubierto que si se hacía circular una corriente
eléctrica, proveniente de una pila de Volta, por un hilo conductor de cobre
aislado con seda, enrollado sobre un cilindro de hierro puro, este cilindro metálico
adquiría las propiedades de un imán. Este imán se comportaba como tal mientras
no dejara de circular la corriente eléctrica. En consecuencia, era posible
construir un "imán artificial" y además "temporizado". Este
nuevo generador de su campo no es ni más ni menos que un electroimán.
LAS MAQUINAS DINAMO-ELECTRICAS
A partir de la
segunda mitad del siglo XIX muchos ingenieros empezaron a experimentar en un
campo más lógico: sustituir los imanes permanentes por imanes artificiales,
electroimanes.
La sustitución del
imán permanente por el artificial da lugar al paso de la máquina
magneto-eléctrica a la dinamo-eléctrica. La sola permuta de un tipo de imán por
otro puede dar lugar a producir corrientes 50 ó 60 veces superiores. Este
aumento tan considerable de las potencias abría las puertas a una producción
industrial, prácticamente ilimitada, de energía eléctrica.
Habría que
establecer la siguiente cuestión: ¿a quién se le ocurrió, por primera vez, sustituir
un imán permanente por un electroimán?
El inglés Henry
Wilde, ingeniero, construyó en 1865 la primera -máquina con electroimanes. El
funcionamiento era el siguiente: La corriente generada en una máquina
magneto-eléctrica era enviada mediante hilos de cobre a los polos de otra
máquina, de superiores dimensiones, que actuaban como electroimanes al ser
recorridos por la intensidad producida por la pequeña. Frente a estos polos
giraba una bobina que a su vez generaba energía destinada al alumbrado eléctrico.
Había nacido la excitatriz.
Fig. 2.
Máquina magneto-eléctrica, de arco para un faro, tipo Alliance, alimentando una
lámpara
El gran paso
teórico en el desarrollo práctico de los generadores eléctricos se dio con el
descubrimiento del importantísimo efecto "dinamoeléctrico". Este
efecto consiste en la autoexcitación de las máquinas. Como se ha visto anteriormente,
la máquina de Wilde necesitaba de otra (excitatriz) que le proporcionará la
corriente necesaria para alimentar los electroimanes, luego de una forma u
otra, había que recurrir al imán permanente (o a las pilas voltaicas). Sin
embargo se observó que el hierro imantado una vez conserva almacenado un cierto
magnetismo residual o "remanente". Se puede aprovechar este
magnetismo para producir una débil corriente de excitación que permita a la
máquina generar una, también débil, corriente inducida. De esta corriente de
inducción se puede tomar una parte para alimentar el electroimán, produciendo
un mayor flujo y en consecuencia una mayor corriente inducida.
Este efecto fue
presentado por Werner von Siemens el 17 de enero del año 1867 en la Academia de
Ciencias de Berlín. Casi un mes después, su hermano William Siemens, el 14 de
febrero leía la misma memoria en la prestigiosa sociedad científica inglesa
Royal Society de Londres, justamente el mismo día que Charles Wheatstone
presentaba el mismo descubrimiento. Se puede atribuir conjuntamente a ambos el
descubrimiento del efecto dinamoeléctrico, Siemens y Wheatstone, en el año
1867.
La primera máquina
dinamométrica que utilizaba el efecto descubierto por Siemens, fue presentada
en el mismo 1867 en la Exposición Universal de París. Construida por el físico
inglés William Ladd, sustituía el generador auxiliar magnetoeléctrico
(excitatriz) por el magnetismo remanente de los polos.
El generador de
Ladd estaba formado por las dos bobinas de la máquina de Wilde y el imán
artificial estaba constituido por dos largas placas de hierro, alrededor de las
cuales se arrollaban hilos de cobre aislado, que formaban dos electroimanes
rectos de signos contrarios. A los extremos de estos dos electroimanes se
encontraban dos bobinas de hilos conductores. Una de ellas, la más pequeña,
suministraba su corriente a los electroimanes para mantener su magnetismo. La
otra, la más gruesa, generaba la corriente que alimentaba al circuito exterior,
la pequeña cantidad de magnetismo remanente almacenada en la placa de hierro de
los electroimanes servía para iniciar el proceso y continuarlo sin solución de
continuidad.
En la Exposición de
París está máquina causó una gran sensación, pues para sus pequeñas dimensiones
producía una considerable energía.
LA DINAMO SIEMENS
Cuando Werner von
Siemens cumplía 50 años, en 1866, hacía también el descubrimiento más importante
de su extensa obra científico-técnica, el principio dinamoeléctrico.
Desde hacía mucho
tiempo a Siemens le preocupaba el problema, a resolver, de producir corrientes
continuas y tensiones cada vez más elevadas sin el empleo de los engorrosos
acumuladores químicos (baterías galvánicas).
En el otoño de 1866
volvió, con renovado interés, a dedicarse nuevamente a la antigua cuestión pendiente.
Construyó una máquina con una parte móvil (inducido de doble T, ya creado en
1856) que giraba con escasa separación de la parte fija o inductora formada por
las piezas polares de un electroimán construido con hierro dulce. La corriente
inducida en las bobinas móviles era además utilizada como corriente de
excitación en las piezas polares ya que se conectaba en serie el inducido, el
circuito del electroimán o de campo y el circuito exterior o de carga. La
máquina aprovechaba el pequeño magnetismo remanente del hierro del imán para
crear una débil corriente en el inducido, que a su vez circulaba por el
inductor, aumentando la intensidad del campo que a su vez generaba más intensidad
de corriente en el inducido.
Esta máquina
funcionaba con el principio expuesto meses después (enero 1867), en Berlín
(figuras 3 y 4).
Fig. 3.
Original de la primera dinamo de la historia, construida por Werner von Siemens
en 1866, expuesta en el Deutsches Museum de Munich.
No puede negarse que otros, como el húngaro Soren Hjorth, el danés Anyos Jedhic o el ya mencionado Charles Wheatstone, trabajaron independientemente sobre este principio al mismo tiempo que Siemens, aunque fue este último el que se dio cuenta de la enorme importancia del efecto descubierto. Así en la memoria leída en la Academia de Ciencias (Berlín 1867) se terminaba con el siguiente párrafo: "La técnica dispone actualmente de los medios para producir corriente eléctrica de una intensidad ilimitada, económica y cómodamente en todo lugar, donde se disponga de energía mecánica. Este hecho será de transcendencia fundamental para muchos campos técnicos".
Werner von Siemens
fue el que acuñó la palabra "dinamo" cuyo origen es un término griego
que significa poder. Con el tiempo dinamo fue sinónimo de generador eléctrico y
en la actualidad de generador eléctrico de corriente continua.
Otros documentos
que avalan la importancia que el ingeniero alemán le daba a su hallazgo pueden
ser la correspondencia mantenida sobre el tema, de la que destaca la carta
escrita a su hermano William, el 4 de diciembre de 1.866, a Londres: "El asunto
es susceptible de desarrollarse y puede dar lugar a una nueva era de la
electricidad magnética...". Tres meses más tarde escribía: "Este
aparato constituirá la piedra angular de una revolución técnica, que elevará la
electricidad a un nuevo plano de las fuentes elementales...".
Fig. 4.
Dibujo esquemático de la dinamo experimental de Siemens (figura 3), conservado
en el Museo Siemens de Munich.
Aunque el estudio
se hizo pensando en la generación de corriente para la telegrafía, la máquina
dinamo-eléctrica constituyó, inmediatamente, una fuente de energía eléctrica de
enorme capacidad tanto para alumbrado como para otras aplicaciones de tipo
industrial.
Tuvo que pasar más
de una década, para que este nuevo tipo de máquina, llegase a ser construida
industrialmente y con resultados técnicos y económicos aceptables.
La ley de la
inducción electromagnética descubierta por Faraday en 1831 marca el comienzo
físico y teórico de la producción de energía eléctrica a partir de
convertidores electromecánicos, pero es el efecto dinamo-eléctrico de Siemens
el que abre las puertas a la construcción industrial de estos convertidores.
En los primeros
ensayos de su máquina, Siemens, había observado que el hierro del inducido, de
la parte móvil, se calentaba excesivamente. Cuando el funcionamiento duraba
mucho el calor hacía imposible la buena marcha. Parecía como si buena parte de
la energía se consumiera en fricción, que era la que producía el calor. La
causa de este fenómeno no fue conocida en principio. Siemens pensó, y así lo
expuso, la teoría de que el continuo cambio de imantación del hierro del
inducido por su rotación en el seno del campo magnético (que según se creía en
la época iba ligado a un movimiento de las moléculas del material) era el
causante del calor generado. Acertó. Este proceso conocido como histéresis era
la causa de una parte del consumo de energía. Sin embargo esta cantidad de
calor es exigua, frente al calor total generado. Había que buscar el efecto en
otra causa que más tarde se verá.
Al principio de
este apartado y en la figura 4 se ha hablado y está representado el llamado
"inducido de doble T", conocido desde 1856. Este inducido tiene su
origen en los artilugios construidos por Siemens para alimentar los aparatos
telegráficos, que llevaban un inducido tipo "lanzadera".
Para generar
corrientes débiles a partir del movimiento de una bobina en un campo magnético,
Siemens había colocado varias láminas de acero, muy imantado, en forma de
herradura y paralelas. Practicó en las piezas polares un taladro en el que
podía girar un cilindro de hierro dulce debido al espacio (entrehierro) que
quedaba entre el imán (inductor) y el cuerpo cilíndrico (inducido). En dos generatrices
diametralmente opuestas, practicó unas ranuras paralelas al eje (profundas y anchas),
arrollando en éstas unos hilos de cobre a bobinas de forma que quedaran
paralelas al eje también. Con esta forma los conductores quedaban sumergidos
totalmente en el campo magnético al girar. El inducido así construido se le
conocía como de doble T, por la forma constructiva.
El sistema
"lanzadera" (figura 5), estaba formado por un cilindro de hierro (C)
fresado con dos ranuras longitudinales (R) sobre generatrices opuestas. En cada
ranura se alojaban los conductores de una bobina simple (D). Su forma de lanzadera
de tejedor le dio el nombre. La bobina era sometida a una inducción
perpendicular a su eje que creaba una tensión alterna, sobre ella, que podía
ser extraída con la ayuda de dos semianillos aislados, montados al extremo del
árbol, unidos a las bobinas (Q).
El sistema era
normal en las máquinas de la época, proporcionando resultados aceptables para
corrientes de débil intensidad. Unos diez años después H. Wilde intentó su
aplicación a máquinas de una cierta potencia con resultados bastante malos.
Fig. 5. a) Esquema
presentado para solicitar la patente del inducido de doble T. en 1855, por
Werner von Siemens. b) Inducido tipo "lanzadera". c) Circuito
magnético del anterior inducido que por su forma se le denominó de doble T.
LA BOBINA EN ANILLO DE PACINOTTI
En el año 1860 un
joven de Bolonia, estudiante en la Universidad de Pisa, da a las bobinas del
inducido una nueva forma más original. Los ensayos realizados en las máquinas
magnetoeléctricas habían llevado a este joven estudiante, Antonio Pacinotti, a
la conclusión de que las variaciones de par en par en cada vuelta (cuando a la
máquina se le hacía trabajar como motor), se podían reducir con tan sólo
aumentar el número de bobinas. Si en el espacio comprendido entre los polos
hacía girar un anillo sobre el que arrolló un conjunto de bobinas contiguas, de
modo y manera que rodeaban la totalidad del anillo. En el modelo que presentó
en 1863, llegó a colocar hasta 16 bobinas. Siguiendo el método utilizado hasta
entonces, en el modelo, habría hecho falta colocar 8 anillos colectores
seccionados (dos semianillos), pero Pacinotti tuvo la feliz ocurrencia de
utilizar tan solo un anillo colector, al que dividió en 16 segmentos iguales y
aislados entre sí.
Cada bobina era
empalmada a la siguiente a través del mismo segmento del anillo. Con esto se
conseguía que todas las bobinas quedaran conectadas entre sí, una tras otra.
Cuando la máquina actuaba como generador todas las tensiones parciales de las
bobinas en una mitad del anillo se sumaban, originando la tensión de la
máquina. Esta forma de conectar las bobinas dio lugar a la corriente más
parecida a la continua de las pilas galvánicas, de manera que ya se empezaba a
satisfacer las necesidades hasta entonces solicitadas.
El modelo de
Pacinotti (figura 6) no llegó a ser construida industrialmente, reduciéndose a
eso, a un aparato de laboratorio como modelo de experimentación.
Fig. 6.
Modelo de la máquina de Pacinotti (1860). Copia del original que se conserva en
la Universidad de Pisa
LA MAQUINA DE
GRAMME
Al cabo de algún
tiempo de haberse dado a conocer el principio dinamoeléctrico, la empresa L'AIliance
(Compagnie L'Alliance) renunció a su sistema clásico, de grandes y pesados
imanes, aceptando poco a poco el nuevo sistema.
A un antiguo
empleado de la Compañía, Zenobe Gramme, se le ocurrió la idea de aplicar el
invento de Pacinotti de inducido anular con colector múltiple, destinándolo a
la construcción de la máquina dinamo-eléctrica. De los primeros ensayos surgió
un modelo conocido comercialmente como "máquina de inducido en anillo de
Gramme", que alcanzó gran popularidad por las ventajas constructivas que
presentaba.
Gramme colocó una
serie de bobinas alrededor de un anillo de hierro obteniendo el conocido, hoy
día, como "anillo de Gramme", o tal vez se debería llamar
"anillo de Pacinotti" (las patentes de Gramme habían sido contestadas
por el italiano, constructor de un modelo experimental semejante, aunque nunca
se llevó a la práctica).
En las máquinas
magnetoeléctricas de la Compagnie L'Alliance, y en general, en todas las
máquinas de inducción construidas antes de 1860, se emplearon unas bobinas
rectas semejantes a las que se utilizaban en las fábricas de tejidos de
algodón.
A consecuencia de
la forma con que son colocados los hilos de cobre, alrededor del anillo de
hierro, los conmutadores que servían para rectificar el sentido de las
corrientes de inducción (alternas) desarrolladas en el sistema y que eran de
una gran complicación para los constructores de las antiguas máquinas, habían
quedado suprimidos. Se va a ver cómo se obtiene este resultado:
Treinta devanados
de hilos conductores aislados, imitando las antiguas bobinas rectas, son
colocados alrededor de un anillo de hierro, separados entre sí por unos pequeños
intervalos. Durante la primera semirrevolución del anillo, quince de estos
particulares arrollamientos son recorridos por una corriente positiva, las
otras quince en la siguiente semirrevolución, que completa una vuelta completa,
son recorridas por una corriente negativa. Una de las extremidades del hilo de
una bobina, está soldado al extremo de la bobina vecina, y ambos extremos, a su
vez, a uno de los segmentos aislados del colector de cobre.
Fig. 7.
a) Vista de principio, del anillo Gramme, primer conmutador mecánico para
máquinas de corriente directa b) Máquina Gramme a manivela, ampliando el
exitoso empleo de la tecnología constructiva de Werner Siemens.
Sobre el cilindro
se apoyan dos manojos de hilos metálicos, que Gramme denominó "escobilla"
por su forma (figura 7 a). El colector (c) permite recoger cada pequeña
variación de corriente positiva (o negativa) y enviar estas pequeñas corrientes
a un conductor común, de forma que por reunión o suma de corrientes opuestas se
consigue una corriente de electricidad ordinaria, de sentido
"continuo", creada por los efectos de la inducción. Sus escobillas
(e), extraen la corriente de la máquina al circuito exterior.
En la figura 7 b,
está representada esta máquina. El imán inductor puede ser natural o
reemplazado por un electroimán excitado por una parte de la corriente generada
en la propia máquina. El número de polos y escobillas pueden ser: dos, cuatro,
seis... El peso de cobre y el grosor del hilo pueden ser muy variados. En un
informe presentado a la Academia de Ciencias, el 17 de junio de 1871, Gramme
escribía:
"Esta máquina
se pone en movimiento por medio de un volante movido manualmente por un hombre.
Ella permite descomponer el agua en un voltámetro, enrojecer y fundir 25
centímetros de un hilo de hierro de nueve décimas de milímetro de diámetro. Los
efectos son más marcados a medida que la velocidad de rotación aumenta hasta un
máximo que corresponde a setecientas u ochocientas vueltas por minuto,
velocidad que se obtiene con facilidad cuando la máquina se ha puesto en
movimiento por un motor a vapor. Los efectos producidos son diferentes, según
la naturaleza del hilo arrollado al anillo: efectos de cantidad con un hilo
grueso y corto, efectos de tensión con un hilo largo y fino".
Fig. 8. Ejemplar de máquina Gramme, conservada en el
Deutsches Museum de Munich.
"En una
palabra, se puede obtener mediante esta máquina todo lo que se obtiene con la
pila; esto da lugar a pensar que la puede sustituir, con ventaja, en muchos de
los casos, sea en las aplicaciones industriales, sea en las investigaciones
científicas".
Para explotar sus
inventos, comercializándolos, Zenobe Gramme funda su propia empresa con su
amigo Hippolyte Fontaine, que sería el primer director de la "société des
machines magnétoélectriques Gramme".
Entre los trabajos
de Gramme, antes de fundar su propia empresa, destaca el de operario en los
talleres Christofle de electroquímica, dorado y plateado. Los inconvenientes planteados
por la necesidad creciente de energía eléctrica que tenía que obtenerse de
baterías de pilas, hizo que Gramme concibiese un generador que ya tenía todas
las características de la dinamo tal como hoy día se conoce, y que se conoció
como modelo "atelier" (taller). Este modelo adquirió importancia no
sólo para usos en galvanoplastia sino también para alumbrado y producción de
fuerza motriz.
En la figura 8 se
representa este modelo, siendo su funcionamiento el siguiente (8a):
La bobina de
inducción o anillo inductor constituida por 30 bobinas de hilo de cobre, en las
que se han de generar las corrientes inducidas, está representada por AA'. Los
electroimanes, creadores del campo magnético inductor, están representados por
BB' el superior y CC' el inferior. Las corrientes inducidas generadas son
recogidas del colector (e) segmentado, por las escobillas (a), para desde ellas
alimentar el receptor.
Los electroimanes
BB' y CC' son excitados por una corriente eléctrica que circula por los
conductores de cobre aislado que los rodean. Esta corriente es una parte de la
desarrollada en las bobinas de inducción, que sirve a estos menesteres de
imantación temporal.
La bobina de
inducción AA' giraba rápidamente al ser arrastrada por una correa que actúa
sobre la polea P, gracias a la acción de una máquina de vapor. En este inducido
se generaban ya, con facilidad, corrientes de considerable potencia, útiles
para aplicaciones tanto industriales como de iluminación.
Pacinotti había
ideado, el primero, la bobina en anillo para obtener una corriente inducida de
sentido continuo. Más tarde en París, Worms de Romilly, describe una máquina
semejante, pero es en 1870 cuando Gramme construye la máquina que lleva su
nombre. El mérito que ha de atribuírsele es el de llevar a la práctica, en un
dispositivo cómodo, los diversos órganos imaginados por otros físicos y
constructores que le habían precedido.
La facilidad para
producir energía eléctrica y la abundancia, en consecuencia, de ésta, hace que
se dispare la demanda, desde alrededor de 1872 aproximadamente, al
comercializarse la dinamo Gramme.
LA ELECTROTECNIA ES UN HECHO
En 1871 Gramme
entrega al orfebre Christofle su primera dinamo para reemplazar las incómodas y
onerosas pilas galvánicas que alimentaban los baños de plateado. En este
momento, la Electricidad se consagra como una nueva fuente de energía, motor de
progreso. Durante cuatro décadas los ingenieros se dedican a construir máquinas
cada vez más perfeccionadas y mejor adaptadas a los deseos de los consumidores
y a sus necesidades.
Se acoplan los
generadores eléctricos a las antiguas ruedas movidas por agua, a las actuales
turbinas hidráulicas (tanto para grandes como para pequeños saltos), a las
máquinas de vapor de pistón o turbina. Se crean empresas o se transforman
otras, para responder a un mercado en plena expansión. El progreso de la
Electrotecnia es meteórico. Hacia 1890 son comercializadas más de un centenar
de máquinas; unas por perfeccionamiento de otras ya existentes, otras
originales, algunas innecesarias.
Históricamente, en
líneas generales, se han construido más de treinta formas de inductores (en el
año 1903, Sylvanus P. Thomson, catalogó 32 tipos utilizados sólo en los países
anglosajones); cuatro modelos de inducido y otros tantos de colectores. Estas
cifras proporcionan más de 500 posibles combinaciones de formas de máquinas
eléctricas. Aunque no todas las combinaciones han sido utilizadas, sí muchas de
ellas.
Los profesores,
ingenieros, físicos, periodistas, empezaron a interesarse por estos avances. El
tema es tratado en los periódicos y en los boletines de las sociedades
científicas. Nombres conocidos, para cualquier estudiante universitario de
ingeniería eléctrica de hoy, como Blondel, Deprez, Kapp, Leblanc... exponen sus
ideas y descubrimientos. Los hombres quieren conocer y se publican teorías.
Poincaré y otros elaboran modelos matemáticos e intentan explicar los fenómenos
que ocurren, en el seno de las máquinas, y sus efectos, mediante ecuaciones. Se
extrapola y se intenta predecir el futuro técnico de la Electrotecnia. Una
"Segunda Revolución Industrial" se está fraguando.
Los científicos de
finales de siglo XIX están sensibilizados por las teorías evolucionistas de
Charles Darwin. No falta quien introduce la teoría de la evolución animal, para
justificar el desarrollo pretérito y futuro de las máquinas eléctricas.
En el último
cuarto, del siglo XIX, ya se han construido factorías que hoy relacionamos con
poderosas multinacionales. Por esta época, nombres de empresas como Siemens,
Brown Boveri, General Electric, A.E.G, Westinghouse, son ya sinónimo de
desarrollo industrial y tecnológico y hasta de poder económico.
FUENTE:
Luis Martínez
Barrios: El generador industrial
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