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lunes, 2 de mayo de 2022

Los inicios del generador eléctrico industrial

 


Una vez que se ha conseguido transformar el movimiento (energía mecánica) en electricidad (energía eléctrica) a través del fenómeno de la inducción electro-magnética, por medio de los convertidores de energía construidos por Pixii, Saxton, Clarke y otros, empieza a plantearse la cuestión si estos mecanismos ingeniosos, para experiencias y demostraciones en gabinetes de física, que no dejan de ser otra cosa que modelos de laboratorio, no podrán emplearse como máquinas generadoras de electricidad.

El "principio de la conversión de la energía" está ahí. Esta se puede transformar. Energía mecánica hay en cantidades ilimitadas (hidráulica, vapor), sólo hay que buscar la máquina que la transforme en corriente eléctrica.

El reto está planteado, sólo es cuestión de aceptarlo. Se construyen grandes armatostes para alimentar tan sólo una lámpara de arco. El sistema no es práctico ni rentable. El gas es todavía muy superior.

Un gran problema es que el campo magnético hay que crearlo con imanes naturales o piezas metálicas imantadas artificial-mente y éstas dan poca potencia, a la vez que se desimantan con el uso y hay que volver a excitarlas (máquina Alliance).

La cuestión se solucionó colocando imanes artificiales, electroimanes. Estos dan mucho más campo magnético pero necesitan ser alimentados por una corriente eléctrica proveniente de otra máquina que a su vez ha de ser de imanes naturales (máquina de Wilde). Se ha dado un paso más pero no es suficiente.

Se descubre la autoexcitación. Emplear parte de la energía para imantar los electroimanes. Esto es un paso de gigantes pero, ¿de dónde se obtiene la primera corriente para excitar el campo y que éste cree una corriente inducida que pueda a su vez seguir excitando los imanes de la máquina? Es el mismo planteamiento del huevo y la gallina.

Ratificando el dicho "de que la necesidad hace el órgano", varios investigadores llegan al mismo tiempo a la solución: los materiales magnéticos almacenan una cantidad residual de magnetismo, suficiente para producir la corriente necesaria para producir el inicio del proceso, este efecto con algunas modificaciones constructivas abren las puertas a una nueva era industrial, la de la producción abundante de electricidad, que en un principio iba destinada casi en su totalidad al alumbrado, primero por lámparas de arco y después de incandescencia.

Esta parte abarca, aproximadamente, desde 1849 a 1870.

NACE LA MAQUINA INDUSTRIAL

El profesor de Física, francés, de la Escuela Militar de Bruselas. Florise Nollet, construyó el año 1849 una máquina magnetoeléctrica constituida por 60 imanes de hierro, en forma de herradura, distribuidos alrededor de un eje horizontal sobre el que se montan 120 bobinas de cobre, aisladas con seda, solidarias con el eje. Por medio de una máquina de vapor se imprimía un rápido movimiento de rotación al árbol, que producía un desplazamiento angular de las bobinas frente a los imanes permanentes. Había nacido la primera máquina industrial que transformaba el movimiento en electricidad.

Este profesor y físico tenía un antepasado de renombre, en la Historia de la Electricidad, el abad Jean Antoine Nollet, divulgador de los fenómenos de la electroestática en el siglo XVIII, a través de la Corte francesa. Desgraciadamente Florase Nollet murió (1853) en plena actividad aunque por fortuna, para la industria eléctrica, su alumno y colaborador Joseph Van Malderen pudo terminar su obra, pues heredó sus planos e ideas.

Esta máquina magneto-eléctrica con diversas modificaciones que la mejoraban (como la del francés Masson) no era ni más ni menos que una inteligente asociación de 60 máquinas de Clarke, destinada a generar corriente eléctrica para diferentes aplicaciones industriales.

Fig. 1. Máquina generadora de energía eléctrica, tipo Alliance, conservada en el Deutsches Museum de Munich.

La fabricación y distribución de esta nueva máquina la realizó la compañía L'Alliance dirigida por Auguste Berlioz (emparentado con el célebre compositor musical Hector Berlioz). Es por este motivo por lo que la historia ha dado el nombre de "máquina Alliance" a unos pesados generadores formados por imanes permanentes, cuyos campos magnéticos eran cortados por los con-ductores de las bobinas móviles, que giraban arrastrados por la acción de una máquina de vapor (figura 1).

Esta máquina salió al mercado para sustituir a los acumuladores químicos en las instalaciones de galvanoplastia, de dorado y platea-do, con éxito durante bastantes años. Pero desde el momento en que la iluminación eléctrica adquiere importancia su aplicación a estos menesteres es inmediata. Así, en el año 1855, la luz eléctrica sustituye por primera vez al aceite en los faros costeros, concretamente en dos de la costa del Havre. La máquina Alliance fue la encargada de suministrar la energía eléctrica necesa-ria a los focos.

La máquina comercializada por la compañía L'Alliance, estaba formada por una estrella de ocho grupos de imanes con los polos dirigidos hacia el interior. Una variante la constituía la "máquina de Holmes" construida por el inglés Frederick H. Holmes (que trabajó algún tiempo con Van Malderen), presentaba la particularidad de tener los polos de los imanes dirigidos hacia afuera, utilizándose también para alimentar los focos de los faros costeros. Este tipo de máquina fue, con toda probabilidad, la primera máquina eléctrica comercialmente viable, extendiéndose su uso bastante en la década de los 60.

La gran desventaja era depender de imanes permanentes su campo magnético, por lo que se necesitaban gran número de ellos, para que éste fuera aceptable, dando lugar a máquinas en las que la relación peso/potencia era muy desfavorable.

Las máquinas magneto-eléctricas no eran capaces de alimentar varios arcos para iluminación ya que las corrientes generadas daban pequeñas potencias, por lo que había que aumentar considerablemente el número de imanes, aumentando también mucho el peso y el tamaño, lo que en la práctica las hacía inviables (figura 2). Por otra parte, los imanes permanentes perdían con rapidez sus propiedades, lo que hacía imposible su utilización continua.

En el año 1820, el gran científico Arago había descubierto que si se hacía circular una corriente eléctrica, proveniente de una pila de Volta, por un hilo conductor de cobre aislado con seda, enrollado sobre un cilindro de hierro puro, este cilindro metálico adquiría las propiedades de un imán. Este imán se comportaba como tal mientras no dejara de circular la corriente eléctrica. En consecuencia, era posible construir un "imán artificial" y además "temporizado". Este nuevo generador de su campo no es ni más ni menos que un electroimán.

LAS MAQUINAS DINAMO-ELECTRICAS

A partir de la segunda mitad del siglo XIX muchos ingenieros empezaron a experimentar en un campo más lógico: sustituir los imanes permanentes por imanes artificiales, electroimanes.

La sustitución del imán permanente por el artificial da lugar al paso de la máquina magneto-eléctrica a la dinamo-eléctrica. La sola permuta de un tipo de imán por otro puede dar lugar a producir corrientes 50 ó 60 veces superiores. Este aumento tan considerable de las potencias abría las puertas a una producción industrial, prácticamente ilimitada, de energía eléctrica.

Habría que establecer la siguiente cuestión: ¿a quién se le ocurrió, por primera vez, sustituir un imán permanente por un electroimán?

El inglés Henry Wilde, ingeniero, construyó en 1865 la primera -máquina con electroimanes. El funcionamiento era el siguiente: La corriente generada en una máquina magneto-eléctrica era enviada mediante hilos de cobre a los polos de otra máquina, de superiores dimensiones, que actuaban como electroimanes al ser recorridos por la intensidad producida por la pequeña. Frente a estos polos giraba una bobina que a su vez generaba energía destinada al alumbrado eléctrico. Había nacido la excitatriz.

Fig. 2. Máquina magneto-eléctrica, de arco para un faro, tipo Alliance, alimentando una lámpara

El gran paso teórico en el desarrollo práctico de los generadores eléctricos se dio con el descubrimiento del importantísimo efecto "dinamoeléctrico". Este efecto consiste en la autoexcitación de las máquinas. Como se ha visto anteriormente, la máquina de Wilde necesitaba de otra (excitatriz) que le proporcionará la corriente necesaria para alimentar los electroimanes, luego de una forma u otra, había que recurrir al imán permanente (o a las pilas voltaicas). Sin embargo se observó que el hierro imantado una vez conserva almacenado un cierto magnetismo residual o "remanente". Se puede aprovechar este magnetismo para producir una débil corriente de excitación que permita a la máquina generar una, también débil, corriente inducida. De esta corriente de inducción se puede tomar una parte para alimentar el electroimán, produciendo un mayor flujo y en consecuencia una mayor corriente inducida.

Este efecto fue presentado por Werner von Siemens el 17 de enero del año 1867 en la Academia de Ciencias de Berlín. Casi un mes después, su hermano William Siemens, el 14 de febrero leía la misma memoria en la prestigiosa sociedad científica inglesa Royal Society de Londres, justamente el mismo día que Charles Wheatstone presentaba el mismo descubrimiento. Se puede atribuir conjuntamente a ambos el descubrimiento del efecto dinamoeléctrico, Siemens y Wheatstone, en el año 1867.

La primera máquina dinamométrica que utilizaba el efecto descubierto por Siemens, fue presentada en el mismo 1867 en la Exposición Universal de París. Construida por el físico inglés William Ladd, sustituía el generador auxiliar magnetoeléctrico (excitatriz) por el magnetismo remanente de los polos.

El generador de Ladd estaba formado por las dos bobinas de la máquina de Wilde y el imán artificial estaba constituido por dos largas placas de hierro, alrededor de las cuales se arrollaban hilos de cobre aislado, que formaban dos electroimanes rectos de signos contrarios. A los extremos de estos dos electroimanes se encontraban dos bobinas de hilos conductores. Una de ellas, la más pequeña, suministraba su corriente a los electroimanes para mantener su magnetismo. La otra, la más gruesa, generaba la corriente que alimentaba al circuito exterior, la pequeña cantidad de magnetismo remanente almacenada en la placa de hierro de los electroimanes servía para iniciar el proceso y continuarlo sin solución de continuidad.

En la Exposición de París está máquina causó una gran sensación, pues para sus pequeñas dimensiones producía una considerable energía.

LA DINAMO SIEMENS

Cuando Werner von Siemens cumplía 50 años, en 1866, hacía también el descubrimiento más importante de su extensa obra científico-técnica, el principio dinamoeléctrico.

Desde hacía mucho tiempo a Siemens le preocupaba el problema, a resolver, de producir corrientes continuas y tensiones cada vez más elevadas sin el empleo de los engorrosos acumuladores químicos (baterías galvánicas).

En el otoño de 1866 volvió, con renovado interés, a dedicarse nuevamente a la antigua cuestión pendiente. Construyó una máquina con una parte móvil (inducido de doble T, ya creado en 1856) que giraba con escasa separación de la parte fija o inductora formada por las piezas polares de un electroimán construido con hierro dulce. La corriente inducida en las bobinas móviles era además utilizada como corriente de excitación en las piezas polares ya que se conectaba en serie el inducido, el circuito del electroimán o de campo y el circuito exterior o de carga. La máquina aprovechaba el pequeño magnetismo remanente del hierro del imán para crear una débil corriente en el inducido, que a su vez circulaba por el inductor, aumentando la intensidad del campo que a su vez generaba más intensidad de corriente en el inducido.

Esta máquina funcionaba con el principio expuesto meses después (enero 1867), en Berlín (figuras 3 y 4).

Fig. 3. Original de la primera dinamo de la historia, construida por Werner von Siemens en 1866, expuesta en el Deutsches Museum de Munich.

 No puede negarse que otros, como el húngaro Soren Hjorth, el danés Anyos Jedhic o el ya mencionado Charles Wheatstone, trabajaron independientemente sobre este principio al mismo tiempo que Siemens, aunque fue este último el que se dio cuenta de la enorme importancia del efecto descubierto. Así en la memoria leída en la Academia de Ciencias (Berlín 1867) se terminaba con el siguiente párrafo: "La técnica dispone actualmente de los medios para producir corriente eléctrica de una intensidad ilimitada, económica y cómodamente en todo lugar, donde se disponga de energía mecánica. Este hecho será de transcendencia fundamental para muchos campos técnicos".

Werner von Siemens fue el que acuñó la palabra "dinamo" cuyo origen es un término griego que significa poder. Con el tiempo dinamo fue sinónimo de generador eléctrico y en la actualidad de generador eléctrico de corriente continua.

Otros documentos que avalan la importancia que el ingeniero alemán le daba a su hallazgo pueden ser la correspondencia mantenida sobre el tema, de la que destaca la carta escrita a su hermano William, el 4 de diciembre de 1.866, a Londres: "El asunto es susceptible de desarrollarse y puede dar lugar a una nueva era de la electricidad magnética...". Tres meses más tarde escribía: "Este aparato constituirá la piedra angular de una revolución técnica, que elevará la electricidad a un nuevo plano de las fuentes elementales...".

Fig. 4. Dibujo esquemático de la dinamo experimental de Siemens (figura 3), conservado en el Museo Siemens de Munich.

Aunque el estudio se hizo pensando en la generación de corriente para la telegrafía, la máquina dinamo-eléctrica constituyó, inmediatamente, una fuente de energía eléctrica de enorme capacidad tanto para alumbrado como para otras aplicaciones de tipo industrial.

Tuvo que pasar más de una década, para que este nuevo tipo de máquina, llegase a ser construida industrialmente y con resultados técnicos y económicos aceptables.

La ley de la inducción electromagnética descubierta por Faraday en 1831 marca el comienzo físico y teórico de la producción de energía eléctrica a partir de convertidores electromecánicos, pero es el efecto dinamo-eléctrico de Siemens el que abre las puertas a la construcción industrial de estos convertidores.

En los primeros ensayos de su máquina, Siemens, había observado que el hierro del inducido, de la parte móvil, se calentaba excesivamente. Cuando el funcionamiento duraba mucho el calor hacía imposible la buena marcha. Parecía como si buena parte de la energía se consumiera en fricción, que era la que producía el calor. La causa de este fenómeno no fue conocida en principio. Siemens pensó, y así lo expuso, la teoría de que el continuo cambio de imantación del hierro del inducido por su rotación en el seno del campo magnético (que según se creía en la época iba ligado a un movimiento de las moléculas del material) era el causante del calor generado. Acertó. Este proceso conocido como histéresis era la causa de una parte del consumo de energía. Sin embargo esta cantidad de calor es exigua, frente al calor total generado. Había que buscar el efecto en otra causa que más tarde se verá.

Al principio de este apartado y en la figura 4 se ha hablado y está representado el llamado "inducido de doble T", conocido desde 1856. Este inducido tiene su origen en los artilugios construidos por Siemens para alimentar los aparatos telegráficos, que llevaban un inducido tipo "lanzadera".

Para generar corrientes débiles a partir del movimiento de una bobina en un campo magnético, Siemens había colocado varias láminas de acero, muy imantado, en forma de herradura y paralelas. Practicó en las piezas polares un taladro en el que podía girar un cilindro de hierro dulce debido al espacio (entrehierro) que quedaba entre el imán (inductor) y el cuerpo cilíndrico (inducido). En dos generatrices diametralmente opuestas, practicó unas ranuras paralelas al eje (profundas y anchas), arrollando en éstas unos hilos de cobre a bobinas de forma que quedaran paralelas al eje también. Con esta forma los conductores quedaban sumergidos totalmente en el campo magnético al girar. El inducido así construido se le conocía como de doble T, por la forma constructiva.

El sistema "lanzadera" (figura 5), estaba formado por un cilindro de hierro (C) fresado con dos ranuras longitudinales (R) sobre generatrices opuestas. En cada ranura se alojaban los conductores de una bobina simple (D). Su forma de lanzadera de tejedor le dio el nombre. La bobina era sometida a una inducción perpendicular a su eje que creaba una tensión alterna, sobre ella, que podía ser extraída con la ayuda de dos semianillos aislados, montados al extremo del árbol, unidos a las bobinas (Q).

El sistema era normal en las máquinas de la época, proporcionando resultados aceptables para corrientes de débil intensidad. Unos diez años después H. Wilde intentó su aplicación a máquinas de una cierta potencia con resultados bastante malos.

Fig. 5. a) Esquema presentado para solicitar la patente del inducido de doble T. en 1855, por Werner von Siemens. b) Inducido tipo "lanzadera". c) Circuito magnético del anterior inducido que por su forma se le denominó de doble T.

LA BOBINA EN ANILLO DE PACINOTTI

En el año 1860 un joven de Bolonia, estudiante en la Universidad de Pisa, da a las bobinas del inducido una nueva forma más original. Los ensayos realizados en las máquinas magnetoeléctricas habían llevado a este joven estudiante, Antonio Pacinotti, a la conclusión de que las variaciones de par en par en cada vuelta (cuando a la máquina se le hacía trabajar como motor), se podían reducir con tan sólo aumentar el número de bobinas. Si en el espacio comprendido entre los polos hacía girar un anillo sobre el que arrolló un conjunto de bobinas contiguas, de modo y manera que rodeaban la totalidad del anillo. En el modelo que presentó en 1863, llegó a colocar hasta 16 bobinas. Siguiendo el método utilizado hasta entonces, en el modelo, habría hecho falta colocar 8 anillos colectores seccionados (dos semianillos), pero Pacinotti tuvo la feliz ocurrencia de utilizar tan solo un anillo colector, al que dividió en 16 segmentos iguales y aislados entre sí.

Cada bobina era empalmada a la siguiente a través del mismo segmento del anillo. Con esto se conseguía que todas las bobinas quedaran conectadas entre sí, una tras otra. Cuando la máquina actuaba como generador todas las tensiones parciales de las bobinas en una mitad del anillo se sumaban, originando la tensión de la máquina. Esta forma de conectar las bobinas dio lugar a la corriente más parecida a la continua de las pilas galvánicas, de manera que ya se empezaba a satisfacer las necesidades hasta entonces solicitadas.

El modelo de Pacinotti (figura 6) no llegó a ser construida industrialmente, reduciéndose a eso, a un aparato de laboratorio como modelo de experimentación.

Fig. 6. Modelo de la máquina de Pacinotti (1860). Copia del original que se conserva en la Universidad de Pisa

LA MAQUINA DE GRAMME

Al cabo de algún tiempo de haberse dado a conocer el principio dinamoeléctrico, la empresa L'AIliance (Compagnie L'Alliance) renunció a su sistema clásico, de grandes y pesados imanes, aceptando poco a poco el nuevo sistema.

A un antiguo empleado de la Compañía, Zenobe Gramme, se le ocurrió la idea de aplicar el invento de Pacinotti de inducido anular con colector múltiple, destinándolo a la construcción de la máquina dinamo-eléctrica. De los primeros ensayos surgió un modelo conocido comercialmente como "máquina de inducido en anillo de Gramme", que alcanzó gran popularidad por las ventajas constructivas que presentaba.

Gramme colocó una serie de bobinas alrededor de un anillo de hierro obteniendo el conocido, hoy día, como "anillo de Gramme", o tal vez se debería llamar "anillo de Pacinotti" (las patentes de Gramme habían sido contestadas por el italiano, constructor de un modelo experimental semejante, aunque nunca se llevó a la práctica).

En las máquinas magnetoeléctricas de la Compagnie L'Alliance, y en general, en todas las máquinas de inducción construidas antes de 1860, se emplearon unas bobinas rectas semejantes a las que se utilizaban en las fábricas de tejidos de algodón.

A consecuencia de la forma con que son colocados los hilos de cobre, alrededor del anillo de hierro, los conmutadores que servían para rectificar el sentido de las corrientes de inducción (alternas) desarrolladas en el sistema y que eran de una gran complicación para los constructores de las antiguas máquinas, habían quedado suprimidos. Se va a ver cómo se obtiene este resultado:

Treinta devanados de hilos conductores aislados, imitando las antiguas bobinas rectas, son colocados alrededor de un anillo de hierro, separados entre sí por unos pequeños intervalos. Durante la primera semirrevolución del anillo, quince de estos particulares arrollamientos son recorridos por una corriente positiva, las otras quince en la siguiente semirrevolución, que completa una vuelta completa, son recorridas por una corriente negativa. Una de las extremidades del hilo de una bobina, está soldado al extremo de la bobina vecina, y ambos extremos, a su vez, a uno de los segmentos aislados del colector de cobre.


Fig. 7. a) Vista de principio, del anillo Gramme, primer conmutador mecánico para máquinas de corriente directa b) Máquina Gramme a manivela, ampliando el exitoso empleo de la tecnología constructiva de Werner Siemens.

Sobre el cilindro se apoyan dos manojos de hilos metálicos, que Gramme denominó "escobilla" por su forma (figura 7 a). El colector (c) permite recoger cada pequeña variación de corriente positiva (o negativa) y enviar estas pequeñas corrientes a un conductor común, de forma que por reunión o suma de corrientes opuestas se consigue una corriente de electricidad ordinaria, de sentido "continuo", creada por los efectos de la inducción. Sus escobillas (e), extraen la corriente de la máquina al circuito exterior.

En la figura 7 b, está representada esta máquina. El imán inductor puede ser natural o reemplazado por un electroimán excitado por una parte de la corriente generada en la propia máquina. El número de polos y escobillas pueden ser: dos, cuatro, seis... El peso de cobre y el grosor del hilo pueden ser muy variados. En un informe presentado a la Academia de Ciencias, el 17 de junio de 1871, Gramme escribía:

"Esta máquina se pone en movimiento por medio de un volante movido manualmente por un hombre. Ella permite descomponer el agua en un voltámetro, enrojecer y fundir 25 centímetros de un hilo de hierro de nueve décimas de milímetro de diámetro. Los efectos son más marcados a medida que la velocidad de rotación aumenta hasta un máximo que corresponde a setecientas u ochocientas vueltas por minuto, velocidad que se obtiene con facilidad cuando la máquina se ha puesto en movimiento por un motor a vapor. Los efectos producidos son diferentes, según la naturaleza del hilo arrollado al anillo: efectos de cantidad con un hilo grueso y corto, efectos de tensión con un hilo largo y fino".

Fig. 8.  Ejemplar de máquina Gramme, conservada en el Deutsches Museum de Munich.

"En una palabra, se puede obtener mediante esta máquina todo lo que se obtiene con la pila; esto da lugar a pensar que la puede sustituir, con ventaja, en muchos de los casos, sea en las aplicaciones industriales, sea en las investigaciones científicas".

Para explotar sus inventos, comercializándolos, Zenobe Gramme funda su propia empresa con su amigo Hippolyte Fontaine, que sería el primer director de la "société des machines magnétoélectriques Gramme".

Entre los trabajos de Gramme, antes de fundar su propia empresa, destaca el de operario en los talleres Christofle de electroquímica, dorado y plateado. Los inconvenientes planteados por la necesidad creciente de energía eléctrica que tenía que obtenerse de baterías de pilas, hizo que Gramme concibiese un generador que ya tenía todas las características de la dinamo tal como hoy día se conoce, y que se conoció como modelo "atelier" (taller). Este modelo adquirió importancia no sólo para usos en galvanoplastia sino también para alumbrado y producción de fuerza motriz.

En la figura 8 se representa este modelo, siendo su funcionamiento el siguiente (8a):

La bobina de inducción o anillo inductor constituida por 30 bobinas de hilo de cobre, en las que se han de generar las corrientes inducidas, está representada por AA'. Los electroimanes, creadores del campo magnético inductor, están representados por BB' el superior y CC' el inferior. Las corrientes inducidas generadas son recogidas del colector (e) segmentado, por las escobillas (a), para desde ellas alimentar el receptor.

Los electroimanes BB' y CC' son excitados por una corriente eléctrica que circula por los conductores de cobre aislado que los rodean. Esta corriente es una parte de la desarrollada en las bobinas de inducción, que sirve a estos menesteres de imantación temporal.

La bobina de inducción AA' giraba rápidamente al ser arrastrada por una correa que actúa sobre la polea P, gracias a la acción de una máquina de vapor. En este inducido se generaban ya, con facilidad, corrientes de considerable potencia, útiles para aplicaciones tanto industriales como de iluminación.

Pacinotti había ideado, el primero, la bobina en anillo para obtener una corriente inducida de sentido continuo. Más tarde en París, Worms de Romilly, describe una máquina semejante, pero es en 1870 cuando Gramme construye la máquina que lleva su nombre. El mérito que ha de atribuírsele es el de llevar a la práctica, en un dispositivo cómodo, los diversos órganos imaginados por otros físicos y constructores que le habían precedido.

La facilidad para producir energía eléctrica y la abundancia, en consecuencia, de ésta, hace que se dispare la demanda, desde alrededor de 1872 aproximadamente, al comercializarse la dinamo Gramme.

LA ELECTROTECNIA ES UN HECHO

En 1871 Gramme entrega al orfebre Christofle su primera dinamo para reemplazar las incómodas y onerosas pilas galvánicas que alimentaban los baños de plateado. En este momento, la Electricidad se consagra como una nueva fuente de energía, motor de progreso. Durante cuatro décadas los ingenieros se dedican a construir máquinas cada vez más perfeccionadas y mejor adaptadas a los deseos de los consumidores y a sus necesidades.

Se acoplan los generadores eléctricos a las antiguas ruedas movidas por agua, a las actuales turbinas hidráulicas (tanto para grandes como para pequeños saltos), a las máquinas de vapor de pistón o turbina. Se crean empresas o se transforman otras, para responder a un mercado en plena expansión. El progreso de la Electrotecnia es meteórico. Hacia 1890 son comercializadas más de un centenar de máquinas; unas por perfeccionamiento de otras ya existentes, otras originales, algunas innecesarias.

Históricamente, en líneas generales, se han construido más de treinta formas de inductores (en el año 1903, Sylvanus P. Thomson, catalogó 32 tipos utilizados sólo en los países anglosajones); cuatro modelos de inducido y otros tantos de colectores. Estas cifras proporcionan más de 500 posibles combinaciones de formas de máquinas eléctricas. Aunque no todas las combinaciones han sido utilizadas, sí muchas de ellas.

Los profesores, ingenieros, físicos, periodistas, empezaron a interesarse por estos avances. El tema es tratado en los periódicos y en los boletines de las sociedades científicas. Nombres conocidos, para cualquier estudiante universitario de ingeniería eléctrica de hoy, como Blondel, Deprez, Kapp, Leblanc... exponen sus ideas y descubrimientos. Los hombres quieren conocer y se publican teorías. Poincaré y otros elaboran modelos matemáticos e intentan explicar los fenómenos que ocurren, en el seno de las máquinas, y sus efectos, mediante ecuaciones. Se extrapola y se intenta predecir el futuro técnico de la Electrotecnia. Una "Segunda Revolución Industrial" se está fraguando.

Los científicos de finales de siglo XIX están sensibilizados por las teorías evolucionistas de Charles Darwin. No falta quien introduce la teoría de la evolución animal, para justificar el desarrollo pretérito y futuro de las máquinas eléctricas.

En el último cuarto, del siglo XIX, ya se han construido factorías que hoy relacionamos con poderosas multinacionales. Por esta época, nombres de empresas como Siemens, Brown Boveri, General Electric, A.E.G, Westinghouse, son ya sinónimo de desarrollo industrial y tecnológico y hasta de poder económico.

 

FUENTE:

Luis Martínez Barrios: El generador industrial

 

 

 

 

 


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